Porque creía que el poder cambiar está latente en cada paciente, y tiene
que ser despertado, ayudándolo a reconocerse tal cual es.
Porque propuso y llevó a la práctica la utilización de las anécdotas,
dichos, analogías, metáforas… para establecer empatía con un paciente y
con los procesos que están o no dentro de su conciencia inmediata.
Porque practicó la comunicación inductiva. El mensaje implícito
dentro de una comunicación formal. Por ejemplo, el mensaje a nivel psicológico
incluido en una conversación sobre algún tema social.
Porque sabía que el cambio ocurre en un contexto que incluye la
comunicación efectiva y que la comunicación efectiva incluye el contexto.
Porque estaba convencido de que el psicoanálisis se adapta a todos los
problemas de todas las épocas, pero la psicoterapia es específica para cada
persona en particular.
Porque no fue un recolector neutral de datos sino un buscador de
soluciones.
Porque su orientación era hacia el futuro. Cuando una meta era conseguida,
se proponía una nueva.
Porque no produjo “Ericksonianos ortodoxos”, sino que estimuló avances que
se ramificaron en múltiples direcciones, lo cual ilustra elocuentemente su
profundo respeto por la libertad e individualidad de sus alumnos y de sus
pacientes.
Porque propuso que terapia es todo aquello que cambia la pauta de conducta
habitual.
Y porque donde muchos terapeutas han sido entrenados en escuchar, Erickson
se entrenó a sí mismo en ser un comunicador para construir la respuesta de su
paciente.
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