“El arte de vivir
implica saber cuando aferrarse y cuando dejar ir”. Havelock Ellis
La metáfora de la mochila cargada a nuestra espalda alude al significado de un peso subjetivo derivado de la carga emocional y también, por qué no, material.
Estas cargas suelen tener caras, tamaños y significados muy diferentes.
Algunas pueden expresarse en forma de conflictos no resueltos, otras a través
de heridas mal curadas, etcétera. Lo importante en este caso es que dichas
experiencias repercuten en nuestro estado de ánimo y en nuestro modo de
enfrentarnos al día a día.
En el mundo actual, la sobrecarga parece ser algo natural, algo con lo que
nacemos y debemos aprender a vivir sin dar muestra de disgusto por ello. La
necesidad del ahora, de la inmediatez o del nunca, nos tiraniza convirtiéndonos
en esclavos de nuestros propios pasos. Resulta curioso como a través del
caminar tomamos conciencia de nuestra lentitud al andar y es justo allí,
en ese punto muerto, donde tomamos conciencia de que algo nos está arrastrando
sin dejarnos avanzar.
A veces ese algo puede ser una persona, una relación tóxica, puede ser
también un sentimiento mal gestionado como la culpa, una emoción enquistada con la que no conectamos del todo o por qué no, una falta de autoestima y autoconocimiento. Todas
estas experiencias, nos tiñen y transforman, configurando parte de nuestra
historia; sin embargo a estas alturas del viaje lo realmente importante es
aprender a resolver la siguiente pregunta.
Llevar a cuestas nuestra mochila emocional sin sacar de vez en cuando lo que llevamos dentro genera heridas emocionales que son importantes sanar.
¿Cómo podemos vaciar?
Desde la perspectiva terapéutica, resulta realmente importante que las
personas aprendamos a vaciar nuestra propia mochila y así poder proseguir con
nuestro viaje sin dañarnos a nosotros mismos y haciendo más confortable nuestra
experiencia de vida.
Por complicado que resulte, es importante hacer hueco a nuevas
experiencias, que oxigenen nuestra mochila y rompan con anclajes ya pasados y
trillados. Durante este proceso de soltar, deberemos dejar ciertos pesos en
nuestro camino y será muy habitual a medida que vayamos avanzando que volvamos
la vista atrás por la simple inercia de recuperar aquello que tanto tiempo nos
acompañó durante nuestro proceso de crecimiento. Pero creedme, esta intención
de volver recoger lo que quedó a atrás no es más que vértigo ante lo
desconocido, a la incertidumbre y a lo que sucederá.
El acto de vaciar implica un acto de consciencia, de reflexión, de escucha
y de reparación, a través de la cual, atendemos a nuestros pesos sin perder las
ganas de seguir adelante ni dejar el presente en manos del pasado, ya que
soltar no es un simple adiós, más bien un agradecimiento por lo aprendido y por
lo que sucedió.
Descarga tu mochila emocional.
Cada uno de nosotros soporta en su espalda el peso de las situaciones
vividas en forma de mochila emocional. Su contenido son recuerdos y
experiencias de diferentes tamaños que de alguna manera no hemos soltado y
quedan reflejados en nuestra piel.
Si no aprendemos a vaciar nuestra mochila de las experiencias tóxicas y
negativas, cuanto más tiempo pase, más cargada estará y mayor peso tendremos que
soportar, repercutiendo en nuestro estado de ánimo y en nuestras futuras elaciones.
No
es lo mismo avanzar con heridas emocionales que se abren y duelen que con
heridas que hayan sido sanadas y nos han proporcionado una oportunidad de
aprendizaje.
El fantasma de la culpa, la sensación de
traición o abandono, las voces críticas, los vacíos de las ausencias o la carga
de la frustración conforman entre otras cosas ese peso que nos hace caminar despacio
y nos impide disfrutar con plenitud. Son experiencias que nos tiñen y transforman y que
configuran parte de nuestra historia. Pero, ¿cómo vaciarnos de ello si llega un
momento en el que forma parte de nosotros?
Revisa tu mochila y reflexiona sobre lo que
llevas dentro, tanto lo que hayas incorporado tú como lo que hayan depositado
otras personas. Tómate tu tiempo. Aunque no puedas verlo, está presente en tu
día a día. Ten en cuenta que muchas de tus reacciones tienen que ver con el
peso que soportas; para aliviarlo tendrás que aprender a diferenciar entre lo
que te ayuda y lo que no. Llevar tu mochila a rebosar es un lastre para
cualquier avance que pretendas hacer.
No dejes que tu mochila se sobrecargue hasta
llegar al punto de que no puedas casi moverte y la vida, en general, te pese. No
pierdas las ganas de seguir adelante ni dejes tu presente a manos del pasado.
Tampoco te obsesiones con olvidar, porque el olvido no es amigo de la
intención.
Por incómodo y complicado que resulte tienes
que sacar lo que llevas dentro, para aprender a crecer con ello en lugar de
anclarte. El primer paso consiste en reconocer qué provoca nuestro peso y
aceptarlo.
Puede que incluso te inunde un sentimiento
de identidad y de apego que te impida, en un principio, deshacerte del peso que
conforma tu mochila emocional. Ese vértigo es el miedo enmascarado, fruto de la
rutina, te has acostumbrado tanto a esas heridas que si faltan parece que no
eres nadie y se origina un vacío. Pero créeme, solo es el temor a la
incertidumbre y a lo desconocido: el temor a soltar.
Aprende a vaciarla soltando todo aquello que
te tiene preso del pasado y te agota. Acepta tus errores, identifica y conoce
tus emociones, dale alas a tus sueños, descubre tus fortalezas, valórate y
sobre todo, aprende que crecer es aceptar lo que te pasa y no luchar contra
ello.Encuentra una enseñanza en tus vivencias. Recuerda que a veces soltar no es un
simple adiós sino un agradecimiento por lo aprendido para seguir avanzando con más sabiduría.
¿Cómo evitar
que tu mochila emocional dañe tus relaciones?
Por supuesto cada experiencia vivida nos deja
una huella de una u otra manera, tenemos marcas en la piel, pero lo importante
y lo que provocará la diferencia es qué hacemos con ellas, las podemos usar
para crecer o para justificar lo que no sabemos afrontar y gestionar. En
consulta veo, en muchos momentos, cómo una parte de la pareja justifica y
defiende sus conductas disfuncionales con los traumas y malas vivencias del
pasado, por ejemplo, soy inseguro y te controlo porque en mi pasado me han
engañado. No debería ser así, esto lo que muestra es que no se ha hecho un
proceso emocional ni la gestión necesaria para pasar del trauma al aprendizaje.
Lo primero que recomiendo a la parte de la
pareja que lleve la carga emocional es que revise la mochila y reflexione sobre
lo que lleva dentro, aunque no lo creamos gran parte de las reacciones y del
estado emocional del día a día tiene que ver con lo que soportamos a nivel
emocional. Por incómodo y complicado que resulte se debe analizar qué hay
dentro y aprender a aceptarlo, ese es el primer paso, pero hacen falta dos más.
El segundo es aprender a vaciar la mochila
soltando todo el peso del pasado, aceptar los errores, identificar las
emociones y buscar el camino para resolverlas, muchas veces hace falta un apoyo
externo para superar las vivencias negativas, un psicólogo.
Y el tercer paso es compartirlas con la
persona que te acompaña, tu pareja. Ésta también tiene derecho a ser consciente
de lo que puede afectar y/o condicionar la relación. No acostumbramos a tener
presente que el pasado y el cómo lo tengamos ubicado afecta el ahora.
Pero es importante también el papel que adopte la pareja, puede ser un apoyo, sí, pero no debe encargarse ni responsabilizarse de
ello porque ahí empieza la toxicidad. Cuando la pareja coge el trabajo
emocional del otro, se hace responsable y asume un papel de educador, maestro o psicólogo que no le toca, genera una dinámica disfuncional en la relación.
En definitiva se trata de soltar y eso nos cuesta. A veces, ciertamente las circunstancias que no elegimos no nos ayudan a soltar lo que nos daña. Sin embargo, podemos tratar de asumir ciertas incomodidades sin caer en sufrimientos añadidos. Y para ello deberemos elegir dónde colocar nuestra mirada, darnos otras explicaciones. Esto significa, hacerse nuevas preguntas, fijarnos en nuevos detalles y cambiar algunos hábitos. Cuánto más vacía esté la mochila más fácil resultará. Otro elemento importante que nos impide soltar lo que nos daña es empecinarnos en que algo salga tal como lo habíamos planeado, que encaje en nuestros esquemas de la forma que lo habíamos imaginado. Entre lo que imaginamos y lo que sucede existe un gran abanico de posibilidades.
La vida, es pues, un continuo flujo de cosas, relaciones y situaciones. Todo va y viene en una constante oportunidad de mejorar y prosperar. Si queremos tener una vida más rica y próspera con nuevas oportunidades debemos crear espacio en nuestro corazón y en nuestra mente, limpiando y sanando para que lleguen esos cambios deseados y también para pasar página, cerrar círculos o terminar etapas. Eso nos va a permitir, si lo hacemos bien, terminar con viejas creencias del pasado. Solo una actitud más abierta, amorosa y más lúcida hacia nosotros mismos, puede ayudarnos a identificar lo que ya no nos sirve. Elegir darnos tiempo en lugar de criticar, juzgar o exigirnos siempre, es la única forma de realizar verdaderos cambios en nuestra vida. Nos convertimos en lo que pensamos y hacemos . La impaciencia y el perfeccionismo solo crean obstáculos y sensaciones desagradables de que una no vale y de que algo nunca llegará, dándo así razón al pasado. Aferrarse así al pasado por miedo a no saber quien somos sin la mirada o la aprobación del otro o por temos a tener que reconstruir-se sin otro modelo que el nuestro despues de habernos abandonado tanto tiempo, es ponerse piedras en el camino impidiendo que el flujo natural de todo lo bueno fluya y podamos vivienciarlo. Es una forma de estancarnos, bloquearnos e impedir que lo que más nos llena y hace felices se pueda producir.
Vamos pues, por todas esas razones y otras muchas a descargar nuestra mochila.
Fuentes: La mente es maravillosa. Taller de Psicologia de la vida cotidiana. Foto: Gabinete Psicologico Puente