PERDONAR ES IR AL PASADO
Y VOLVER AL PRESENTE SANA Y SALVA
Tener un sentido de la vida son vitaminas para el
cerebro. Actualmente vemos que muchísimas personas se preguntan menos qué es lo
que quieren, qué les motiva, con qué se sentirían realizados. Vivimos como
autómatas y olvidamos esa capacidad que tenemos de vivir la vida proactivamente.
Cuando sólo nos limitamos a pensar en sentarnos delante
de una pantalla, en tumbarnos en un sofá, no pensar ni hacer nada, eso nos va
enfermando. Sin embargo, cuando tomamos las riendas de nuestra vida y la
vivimos con sentido porque ayudamos a los demás, escuchamos y sonreímos a las
personas de nuestro entorno, porque cuidamos a nuestros padres, dedicamos tiempo
para estar y disfrutar con los hijos, hermanos, amigos, es cuando adquirimos
ese sentido de la vida que a la vez fortalece nuestro sistema inmunológico y
nos permite vivir más sanas.
Un buen antídoto para el sufrimiento, el estrés, las enfermedades,
las pérdidas, los contratiempos, las frustraciones o los reveses de la vida, es el amor: un amor hacia una misma (autoestima)
y hacia los demás, ese amor que se traduce en solidaridad, amistad, amor de
pareja, de familia, amor hacia los otros, amor a las creencias e ideales,
ayudar a los que sufren…
Es impresionante, por ejemplo, el amor que tienen los
recuerdos. El poder del recuerdo es capaz de activar las mismas zonas del
cerebro que cuando esa situación sucedió en el momento real. El cerebro al revivir
las situaciones agradables del pasado segrega las mismas sustancias del momento
que ocurrió. Recordar ese momento feliz del nacimiento de un hijo o hija, ese
ascenso profesional o económico, aprobar unas oposiciones, o cualquier otro
evento especialmente importante, hace que el cerebro segregue sustancias como
la serotonina, oxitocina, dopamina y eso ayuda mucho creando un bienestar
presente.
Cuando una vive y revive recuerdos trágicos de manera que
se engancha al pasado recurrentemente, una puede enfermar.
Cuando revivimos algunas experiencias trágicas o negativas
que nos han dolido del pasado y no somos capaces de experimentarlas,
comprenderlas, integrarlas y aceptarlas, tampoco seremos capaces de
perdonarlas, buscando siempre un culpable exterior. Esta actitud que no es más
que un mecanismo de defensa erróneo, nos conduce a un malestar permanente
porque no nos permite estar en paz con nosotras mismas ni con la situación o
personas que nos causaron ese dolor, ya sea real o imaginario.
Cuando una
intenta comprender porque te han hecho daño te sientes aliviada y puedes entrar
en el perdón. El perdón, en realidad, es por una misma, no por el otro, porque
hoy en día sabemos que quien no es capaz de perdonar, en su vida se asienta en
el rencor, el odio y la venganza, que son auténticos venenos para la salud
mental y física. Hoy sabemos que esas emociones nos pueden enfermar, que están
en la base de algunas enfermedades. En realidad se puede enfermar de odio.
Cuando perdonas es por ti, el perdón te hace libre, no se
exige, se otorga. Y eso sirve tanto para perdonar a los otros como para
perdonarte a ti misma. Por eso perdonar
es ir al pasado y volver sana y salva.
(Fuente: Marian Rojas Estapé. Del libro “Cómo hacer que te pasen cosas buenas.”)