LA NOSTALGIA DA SIGNIFICADO A NUESTRA VIDA
Nostalgia es una palabra que proviene
del griego nostos “regreso” y algos “dolor”, se traduce por un
sufrimiento causado por el regreso incumplido de regresar al hogar. Haciendo un
repaso a la literatura y a la historia,
una primera referencia la encontramos en “La Odisea” de Homero, que
narra la vuelta de Ulises a Ítaca tras la guerra de Troya.
Este sentimiento fue descrito en 1688 por el médico suizo Johannes Hofer
que utilizó el término para describir la añoranza por el hogar que embargaba a
los soldados de su país. Los síntomas que sufrían eran taquicardias, llantos, insomnio, miedo y
tristeza. De ahí que Hofer lo definiera
como una enfermedad neurológica de causa inespecífica y hasta el siglo
XIX la línea interpretativa fue esa del
doctor suizo: una dolencia cerebral. A partir de entonces, pasó a ser descrita
como una forma patológica de melancolía. Estas teorías se mantuvieron hasta que
en 1979 el sociólogo norteamericano Fred Davis la describió como un anhelo sentimental por personas, lugares
o situaciones que nos hicieron felices
en el pasado.
Es desde esta nueva orientación que
se estableció una definición moderna del concepto, que lejos de ser un
estado de ánimo negativo, es un estado
que produce bienestar y ayuda a dar significado a nuestra vida.
Una canción puede despertar el
recuerdo de un amor pasado, el olor de un bizcocho nos transporta a la infancia
porque nos recuerda los que preparaba nuestra madre, un grupo de gente joven y
bulliciosa con mochilas a punto de subir
en un tren nos evoca la
despreocupación y la alegría de la
juventud. La nostalgia es una felicidad
con un toque de tristeza.
Se recuerda el gozo del pasado pero duele
saber que todas esas
experiencias pasadas no volverán.
El Psicólogo clínico Manuel Fernández lo
explica así: “Lo pasado nos parece
perdido, inolvidable, único e irrepetible”. Se siente nostalgia por algo del
pasado que lo volvemos a vivir, recordamos que nos hizo muy felices, que lo
teníamos todo y que era perfecto.
La nostalgia también puede ser colectiva, como la que se siente por un
pasado más libre, más espléndido y exitoso.
Ese mirar atrás que nos parece que ciertos episodios de antaño son
perfectos y que se sienten como una especie de paraíso perdido, en realidad no
es exactamente así. Ese pasado fue bonito, emocionante y especial, sí cierto,
pero no tan idílico como nos hace ver la nostalgia, porque tendemos a recordar
esos momentos y a idealizarlos. Es una trampa que reinventa nuestra memoria y
tendemos a recordar eventos pasados que
nos parecen mejores de lo que en realidad fueron. Al volver la vista atrás
se olvidan los motivos que llevaron a
una ruptura con aquella persona que echamos de menos, no recordamos que en la
infancia no todo era jugar y pasarlo bien, omitimos que los buenos tiempos
también tuvieron espinas.
La nostalgia está formada por pinceladas
muy simples que nos impiden
recordar con exactitud ese pasado y hay dos problemas, uno es anclarse en el
pasado y el otro dejarse llevar por pensamientos del estilo “todo pasado fue
mejor”. No estamos libres de la nostalgia y esta nostalgia puede ser muy
agradable y la podemos traer para decorar nuestro presente, pero no olvidemos
que un día recordaremos este presente con toda su belleza dentro de nuestra
nostalgia futura.
Y esto es precisamente lo que estos días me viene a la cabeza y siento en
el corazón, mis desayunos con Nieves.
Esos despertares sin prisas, ese aroma
de los cruasanes calentitos, el té de pastel de manzana, el sol acariciando
nuestra piel, sonrisas cómplices, propuestas compartidas… nostalgia que me
encanta traer a mi presente y que me llena el corazón de gratitud antes de volver a
mis múltiples tareas
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