APRENDER A MEDITAR
CAMINANDO
Para algunas personas aprender a meditar es
difícil, la mente
no sintoniza bien con esa calma inmóvil en la práctica de una
atención plena y en mantener esa quietud en la que se adquiere esa calma
mental. Sin embargo, no es necesario mantener una determinada postura ni estar
en rigurosa quietud para llegar a ese estado de calma, podemos, al menos al
principio, lograrlo mientras caminamos. Empezar a caminar puede descalzar las
penas y liberar la mente.
Mindfulness es una poderosa técnica terapéutica
pero que no todas las personas son capaces de realizar. Hay personas con una
elevada carga de ansiedad que no acaban
de alcanzar ese punto perfecto de relajación donde aprender a ser más
conscientes de su mundo interior a través de un estado de relajación.
Así que “Caminar vale la pena aunque te caigas”.
Cuando la mente grita y nuestros pensamientos son
repetitivos y obsesivos y llevamos todas nuestras preocupaciones adheridas como
una segunda piel sobre nuestro ser, hay una estrategia que casi nunca nos va a
fallar: Caminar.
No hay nada mágico en el simple acto de caminar,
el movimiento de nuestro cuerpo es como el metrónomo que marca un compás, un
ritmo perfecto, donde tarde o temprano la propia mente queda armonizada
formando una misma entidad, una misma melodía.
Con cada paso que damos el corazón crece, la
respiración se vuelve profunda, sonora, el cerebro se oxigena y nuestro ser se
expande a consecuencia de esos movimientos repetitivos para hallar su punto de
equilibrio. Ese punto de equilibrio donde tomar las riendas de nuestra vida mediante ese ejercicio de
caminar combinado con la meditación.
Meditar mientras caminamos es un medio
gratificante para un fin saludable. Cuando los psicólogos integramos el
Mindfulness o atención plena en la psicoterapia, no buscamos convertir a los
pacientes en hábiles meditadores espirituales, ni convencerlos de que pasen los
fines de semana en retiros de silencio de línea budista.
La atención plena es una herramienta para que las personas puedan vivir su vida
con más equilibrio, plenitud y con una conciencia más amplia.
Pero la meditación no es fácil y se requiere
responsabilidad y voluntad. Aislar el sonido de nuestro entorno, el ruido de
nuestras ciudades y acallar la mente necesita entrenamiento y fuerza de
voluntad. Por eso, este nuevo enfoque
que se puede resumir en: caminar sin llegar, puede ser un camino más fácil
para aquellas personas que han intentado muchas veces la meditación y la han dejado otras tantas.
La técnica, es muy sencilla, consiste en empezar
a caminar sin tener un destino concreto
al que llegar, eso nos permite disfrutar del simple movimiento, caminar por el
simple placer de caminar.
Podemos utilizar el símil del mono que va
saltando de rama en rama en un viaje un tanto caótico e improductivo, para describir
la mente humana. Además esa mente que no logra callar y es sumamente
repetitiva, acaba perdiéndose en sus propios laberintos. Pero si logramos apaciguar ese nerviosismo, esos continuos
pensamientos repetitivos de nuestra mente a través del movimiento de caminar,
de mover las piernas y de realizar una
respiración acompasada a cada paso que
damos, lograremos ese control consciente de nuestra mente y de esos
pensamientos.
La técnica de aprender a meditar mientras
caminamos es sencilla. Nuestro paseo deberá ser diario y no durar más de media
hora, deberemos buscar un entorno natural (no valen las calles llenas de
tiendas y gente) y tranquilo. Elegiremos ropa y calzado cómodos.
Veamos la técnica:
- Empezaremos a caminar a paso normal. Poco a poco deberemos encontrar el ritmo que nos sea más cómodo y relajante, más catártico y liberador. Habrá personas que caminen a buen ritmo y otras con paso más lento.
- Ahora es el momento de centrar la atención en algún aspecto. Visualizamos en nuestra mente como si fuera una linterna que orienta su luz sobre un aspecto concreto y luego a otro: Primero a la respiración, luego a la sensación de los pies cuando tocan el suelo, más tarde el viento o el calor del sol acariciando nuestra piel. Focalizamos nuestra atención en esos aspectos de manera cíclica: Primero uno, respiración, luego otro movimiento pies, luego el tercero el viento o sol acariciando nuestra piel… vamos repitiendo
- Poco a poco nos iremos dando cuenta de que ya no necesitamos centrar nuestra atención en cada uno de esos aspectos del cuerpo. Al cabo de los días el foco de nuestra linterna será tan amplio que lo vamos a percibir todo de una vez.
- Nuestra conciencia se habrá ampliado tanto que nuestro “ser” formará un todo perfecto en calma y armonía.
CAMINAR EN UN LABERINTO: LA MAGIA DE LA
CONCENTRACIÓN.
Vamos ahora un poco más allá. Imaginemos que en
tu caso, ni te es útil el Mindfulness, ni logras aprender a meditar mientras
caminas. El simple hecho de salir de casa y andar sin un rumbo fijo te distrae,
dispersa tu mente y no logras hallar tu punto de equilibrio, tu centro, tu
punto de calma.
En este caso podemos iniciarnos en una práctica
tan curiosa como antigua en muchas culturas. Hablamos de recorrer un laberinto.
Esta práctica ancestral es como visualizar los propios problemas tatuados en el
suelo para recorrerlos paso a paso mientras encontramos una salida. Se sabe, que
algunas de las formas más tempranas de laberintos
se encuentran en Grecia y que tenían como finalidad hallar un sentido para la
propia vida a través de esos circuitos en espiral. Era otro tipo de meditación
que a día de hoy se sigue practicando en diversos países.
Puntos a tener en cuenta:
- En los laberintos no hay una única salida ni se gana cuando una haya cómo salir de él. El beneficio está en el propio recorrido y en lo que conseguimos mientras lo transitamos
- El objetivo es calmar la mente, abrir el corazón a través del propio recorrido del laberinto.
- Cuando se entra en el laberinto primero hay que detenerse a reflexionar, pensando qué deberíamos dejar ir antes de iniciar ese recorrido concéntrico para centrarnos de forma plena en el presente, en el aquí y ahora
- Se camina despacio, un pie tras otro y viendo en todo momento la forma de los trazos y de los caminos.
- Cuando se llega al centro o “roseta” del laberinto, debemos descansar y meditar unos minutos sobre el trayecto recorrido. El objetivo de este ejercicio no es encontrar la salida a la maraña de nuestros problemas, sino salir fortalecidos por el aprendizaje adquirido durante el proceso.
La mente puede ir en mil direcciones.
Pero sobre esta hermosa senda, camino en paz.
A cada paso, un suave viento sopla.
A cada paso, se abre una flor.
Pero sobre esta hermosa senda, camino en paz.
A cada paso, un suave viento sopla.
A cada paso, se abre una flor.
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