LA AUTORA: FLOREN SOLÀ BASAS

 PSICOLOGÍA. Florència Solà, psicóloga

La Terapia Breve Estratégica               

Giorgio Nardone, el creador de la Terapia Breve Estratégica (TBE), la define como “el método de resolver problemas humanos muy complicados con soluciones aparentemente muy simples. Se fundamenta en la lógica y no en una base psiquiátrica”. La psicóloga y terapeuta Floren Solà, especialista en TBE nos explica cómo funciona.


La Terapia Breve Estratégica se ha revelado una de las más eficaces para tratar ciertos trastornos psicológicos como los trastornos obsesivos-compulsivos, la ansiedad -tan frecuente en nuestros tiempos-, así como las fobias que a menudo se derivan de ésta. Floren Solà psicóloga, lo comprueba cada día en su consulta.

¿En qué consiste la TBE?

A diferencia de otras terapias la TBE no pone la atención en el “porqué” de la existencia del síntoma, es decir en su origen o sus causas, sino en “cómo” este síntoma se mantiene hoy en el presente, en cómo funciona su mecanismo de aparición. De ahí la importancia de explorar al inicio del tratamiento todas las “soluciones intentadas” anteriormente por el paciente y su entorno (familia, amigos, etc.) y que no han tenido éxito, porque son estos intentos fallidos los que mantienen el problema. También es importante conocer cómo se percibe a si mismo el paciente y cómo percibe la realidad. Esto determina en gran medida su forma de actuar.  El terapeuta estratégico utiliza un lenguaje a veces indirecto y sugestivo para la persona que lo recibe, hace uso de metáforas, aforismos, lenguaje hipnótico… Todo ello con el objetivo de propiciar el cambio.

A diferencia de otras terapias la TBE no pone la atención en el “porqué” de la existencia del síntoma, es decir en su origen o sus causas, sino en “cómo” este síntoma se mantiene hoy en el presente


¿Cuáles son los orígenes de la TBE?

Sus orígenes históricos se basan en la perspectiva sistémica, la cibernética, la epistemología constructivista y el trabajo clínico de Milton Erickson. En la perspectiva sistémica no sólo se estudia la persona, sino también los sistemas que la envuelven, sus relaciones y las reglas culturales que la rigen. Como decía Gregory Batenson: “Cualquier síntoma se mantiene en el ámbito de las relaciones familiares en el presente y, por esa razón, si queremos una modificación de los síntomas tenemos que trabajar sobre la modificación de las interacciones del presente”.

 

¿Y cómo influyó la cibernética?

La cibernética introdujo el concepto de feedback o retroalimentación que se basa en la idea de que cada evento influye sobre otro evento y a su vez queda influenciado por él (causalidad circular). Digamos que es lo mismo que cuando el termostato pone en marcha la calefacción y cuando la temperatura llega a 20 grados, hace que se pare porque tiene un sensor que indica que ha llegado a la temperatura deseada. “A” influencia a “B” y “B” influencia “A”.  Con la llegada de la cibernética se abandonó el concepto de “causalidad lineal” por el de “causalidad circular”.

El tratamiento de la TBE como su nombre indica es breve. Las intervenciones se planifican para 10 sesiones y se procura que desde la primera o segunda sesión del tratamiento ya se comiencen a producir cambios


¿Para qué problemas estaría indicada la TBE?

La terapia breve estratégica se utiliza para erradicar trastornos psicológicos que manifiestan una sintomatología acusada y limitante como los trastornos obsesivos-compulsivos, la ansiedad, agorafobias, fobias, depresiones, trastornos alimentarios (anorexia, bulimia…) y algunas psicosis, entre otros trastornos. También es muy utilizada para conseguir mejoras respecto a problemas relacionales, sentimentales, ansiedades, pensamientos intrusivos, etc.


¿Y cómo se aplica?

El diagnóstico se realiza en función del sistema perceptivo-reactivo de cada persona y en función de las soluciones intentadas que ha puesto en práctica. Como apuntaban los constructivistas, cada persona tiene una percepción propia de la realidad, una forma de entender las cosas, construida en base a lo que ha experimentado y creído previamente  y, en base a ésta forma de percibir / entender, la persona se comporta. Por eso en terapia estratégica se podría decir que el tratamiento es un traje a medida hecho para cada persona. El terapeuta estratégico prescribe al consultor unas “tareas” que éste debe realizar en los días siguientes a la sesión y que tienen como objetivo el desbloqueo y posteriormente la eliminación del síntoma.


¿Puedes darnos un ejemplo?

La persona que tiene obsesión por la limpieza y la ejecución de rituales de limpieza. Que  se siente obligado a repetir obsesivamente el hecho de lavarse las manos para vencer la sensación de ansiedad y se da cuenta que poco a poco se ha metido en un pozo sin salida. Si no repite su ritual de limpieza se siente muy ansioso y, si lo repite, hace que este miedo o ansiedad junto con la tendencia a la repetición sean cada vez más frecuentes y acaban ritualizando. Entonces, prescribiremos un contra-ritual muy parecido al suyo con el cual se encuentre cómodo y no sienta miedo ni ansiedad (ya que no puede evitar la tendencia a ritualizar y no podemos ir en contra de sus resistencias para no acrecentarlas). A diferencia del suyo, éste estará hecho de forma voluntaria y organizada, será un ritual programado y fijado, en vez de ser repetido de forma impulsiva. Esto hace que la imperiosa necesidad descontrolada de hacerlo vaya disminuyendo hacia su completa eliminación.

El terapeuta estratégico prescribe al consultor unas “tareas” que éste debe realizar en los días siguientes a la sesión y que tienen como objetivo el desbloqueo


¿Cuál es el objetivo de estas tareas o prescripciones?

El objetivo de las tareas, prescripciones, contra-rituales, aforismos, etc. que se dirigen al consultante es que éste experimente y sienta que se puede relacionar de forma distinta con su realidad y cambiar aquello que pretende. Es hacer sentir a la persona algo distinto con relación a la realidad. Este cambio de percepción es el que le va a permitir realizar el cambio deseado. Como diría Giorgio Nardone: “Saber qué hacer no significa saber hacerlo”  hace falta sentirlo a nivel emocional / experiencial para que se produzca el cambio”.


¿Qué son soluciones intentadas?

El hecho de evitar determinadas situaciones o de pedir constantemente ayuda ya que cuando uno lo hace reafirma su propio miedo (Tengo miedo de…) y lo coloca en una situación de indefensión todavía más aguda, que no puede, y lo peor, que no podrá jamás y que necesita de los otros. Por eso trabajar sobre las soluciones intentadas y sus resultados nos hace ver, no solo cómo funciona el problema sino cómo se mantiene en el momento actual y es allí donde debemos actuar.


¿Cuánto tiempo dura la terapia en el enfoque TBE?

El tratamiento como su nombre indica es breve. Las intervenciones se planifican para 10 sesiones con una frecuencia quincenal y se procura que desde la primera o segunda sesión del tratamiento ya se comiencen a producir cambios. Si en las primeras 10 sesiones surgen resultados las sesiones se pueden alargar hasta unas 20, pero si no hay resultados se interrumpe el tratamiento. La terapia breve se caracteriza en utilizar intervenciones bien construidas y que permitan resolver de manera efectiva y en un corto periodo de tiempo problemas psicológicos, ya que a pesar de que los problemas humanos  y el sufrimiento que conllevan parezcan complejos no implican necesariamente soluciones largas y complicadas. En algunos casos especiales como el tratamiento de niños, la intervención estratégica se realiza de forma indirecta, a través de los familiares, convirtiéndose éstos como co-terapeutas.



http://www.gentesingle.com/2012/04/la-terapia-breve-estrategica/

Barcelona,  noviembre 2012


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MI DUELO. PALABRAS DESDE EL CIELO

                             


“…Entró de puntillas y sin ruido, como un ave peregrina, y se la llevó a vuelo lento, en una tarde de otoño. Murió con su mano en la mano de su hijo, con sus ojos en los ojos de él…”   Niebla” Miguel de Unamuno.

Lo que conmueve de esta escena es la proximidad, el contacto físico que acompaña a la persona querida en ese trance final, pero… ¿Y si no fuera posible ese contacto? ¿Y si no pudiéramos estrechar la mano y mirar a los ojos de quien se va…?

 

Hace pocos días que murió mi madre. Fue duro en estas circunstancias y con los protocolos actuales no poder verla ni despedirme ¡Fue todo tan rápido!

Y no me sirven esas frases de consuelo: “Querida, al menos se fue deprisa y sin sufrir.” Ahora solo puedo sentir mi dolor y pensar que ya no está. ¡Pienso tanto en ella! La echo de menos. Me entristecen las cosas que ya no voy a poder hacer junto a ella, esos paseos, esas conversaciones…A veces me siento culpable por haberle hablado mal, otras agradecida por su apoyo, sus enseñanzas, su ayuda y su amor incondicional.

Me vienen ahora todos esos momentos de detalles cotidianos compartidos y siento que también he perdido una parte de la noción de quien soy.

De nada sirve querer ir más deprisa en mi dolor porque va a pasar tiempo hasta que acepte la pérdida y más aún en las circunstancias actuales. En estos instantes me convenzo a mí misma que debo darme tiempo, seguir mi ritmo, sentir cada fase aunque sea duro. Es necesario ese tránsito.

Siento una punzada en el estómago, se agudiza e intensifica, y me niego a aceptar: “No puede ser, estaba bien, saludable, alegre, con ganas de vivir” “Con otro tratamiento estaría viva.”

La ira que siento al conectar con la pérdida es muy intensa, la dirijo fuera y dentro de mí: “Por qué no  he podido acompañarla? ¿Cómo ha podido estar tan sola? El tratamiento no fue el adecuado.  No la protegí lo suficiente…

Voy pasando de pactos a tristeza, de aceptación a momentos de depresión. Por un lado afronto la culpabilidad que yo misma genero, me reconcilio con aquellos con los que he sentido verdadera ira, se va desvaneciendo la culpa y voy buscando compromisos en mi desarrollo personal. La tristeza viene y va, dando paso al vacío o al dolor intenso. En mi cabeza surge una palabra o un gesto de mi madre. A veces me digo: “me va a costar no verla más” o, “ya no haré ese camino a través de los campos hasta la residencia ni recibiré esas manifestaciones de alegría al verme” Rememorar eso me rompe el corazón.

Pero poco a poco voy reconociendo el dolor y la pérdida y los voy integrando como si de una segunda piel se tratara.

Es una situación rara la que estoy viviendo, pero me permito sentir lo que va surgiendo y lo voy afrontando mejor o peor según se tercie el día. Ahora no siento tan a menudo esa sensación de ahogo y mareo. Aún me siento inquieta, más por la noche, durante el día tengo bloqueos, a ratos siento miedo. Pienso en mi muerte y me tiembla el cuerpo.

Estoy irritable y enfadada. Me vienen otra vez a la cabeza pensamientos de: “no he podido despedirme, no me permitieron estar a su lado en el hospital”. Experimento impotencia y frustración porque las circunstancias me limitaron. Siento injusticia por este final.

Hay momentos que  me siento vacía. Siento que he perdido una parte de mí. Me cuesta llorar, tengo un nudo en la garganta. Siento más rabia y busco la soledad, parece que eso es lo que más me calma y puedo experimentar mi tristeza como tributo a quien tanto quise.

Los momentos más duros son esos en que en mi cabeza aparecen mensajes como: ¿Por qué no la traje a casa? ¿Cómo no la cuide más? ¡Tenía que haber ido a comprobar que estaba bien!… ¡Esa maldita culpa!

El duelo duele y necesita tiempo para ser elaborado, he de dejarlo doler. Sin embargo eso es más fácil decir que hacer.


              Todos pueden controlar un duelo excepto el que lo tiene (William Shakespeare).


Vuelvo a desesperarme, otra vez, surge la culpa, la ira, la tristeza. ¿Pero no había ya pasado estas fases? – Me pregunto una y otra vez.


Hoy he llorado ¡por fin! Parece que ha sido un alivio. La cabeza la tengo más despejada y no he tenido bloqueos. Eso me ha permitido salir a la calle, mirar libros y removerlos en esa librería cerca de casa. He comprado una bonita libreta de una verde azulado para escribir mis emociones y esas palabras desde el cielo que me diría mi madre en estos momentos al verme con tanto dolor y tristeza:

"Ai, filleta, això passarà, ets forta i tú em sentiràs al teu costat sempre que em necessitis, perquè les estrelles que veus al cel son les ànimes que brillen de tots els que t'hem estimat. Tot i que els nostres cossos no siguin on ets tú, sentiràs la nostra presencia en una cançó, una olor i el gust de les coses que ens agradaven. Seré el silenci de tot allò que vam compartir, seré el record dolç a la teva memòria i una bonica pàgina de la teva història."


Cuanto más hayas amado, más dolerá la despedida. Y también más grande será la satisfacción de haber vivido ese amor.

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 MI CAFÉ


Después de leer las noticias de este domingo y  cosas varias en el Facebook, lo más sugerente sigue siendo mi café.
Voy a aproximarme al filósofo Husserl que les decía a sus alumnos que le trajeran un café para que pudiera hacer fenomenología con él.

¿Qué es una taza de café? Veamos… 

Uno.-  Es una planta de granos verdes que maduran en un bonito color rojo, que manufacturados  se muelen y cuyo polvo se prensa e introduce en agua hirviente y se filtra en un recipiente con  determinada forma para ser bebido por un ser humano.

Dos.- Es un brebaje cuya propiedad, la cafeína, produce un efecto estimulante.

Tres.- Es algo abstracto mezcla de sentimientos y percepciones que puede ser experimentado de diferente forma según el estado anímico del momento.
Pues creo que la mejor descripción está en la que he encontrado en el libro que estoy leyendo en este plácido domingo y que me apetece compartir.  Impactante para l@s adict@s al café.

“Esta taza de café es un rico aroma, a la vez terrenal y perfumado; es el movimiento perezoso de un arabesco de vapor que se eleva de su superficie. Al llevármelo a los labios, es un líquido que se mueve de forma plácida y un peso en mi mano, dentro de su taza de grueso borde. Es una calidez que se aproxima, luego un intenso y oscuro sabor en la lengua, empezando con una pequeña y austera conmoción y luego relajándose en una calidez cómoda, que se extiende desde la taza a mi cuerpo, trayéndome la promesa de una actitud alerta, reconfortante y duradera”. (Bakewell S., 2016, p.60)

 Una descripción que experimento en el mismo instante que tomo mi café. El sabor que me gusta, la expectativa de activarme para empezar el día, esas sensaciones esperadas del momento de tomar mi café, acompañado de un desayuno atractivo, la lectura de la prensa o de las redes sociales, una conversación, unos propósitos ante el día que se presenta, los buenos deseos, los buenos días, la planificación de la jornada laboral, o, en este domingo, simplemente estar. Y podría añadir un buen puñado de frases motivadoras del estilo: “Hoy disfruta y sé feliz” “Hoy puede ser un gran día” “Cada día es un nuevo comienzo”  
Pero prefiero compartir sólo ese momento con  mi café, nada más y nada menos. 


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